La han herido,
empujado,
y se ha caído.
Se ha caído
mi alma al suelo,
añicos de cristal,
decenas, cientos, un millar
de pedazos retorcidos.
Cogeré los de cerca
y luego los de lejos,
intentaré pegarlos,
coserlos,
pero habrá trozos,
trozos tan pequeños
que no podré reponerlos.
Trizas que formaran grietas,
agujeros,
que me recordarán
que una vez mi alma
cayó herida al suelo.
« uVe.arias »